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PEKÍN.-Los formidables récords del jamaicano Usain Bolt han puesto de nuevo un asunto recurrente sobre la mesa: ¿dónde están los límites del ser humano? Técnicos y científicos coinciden en que existen unas barreras físicas que el hombre nunca podrá superar, pero todos creen que todavía hay décimas y centímetros por delante. En los 100 metros, la velocidad en estado puro, uno de los estudios más recientes coloca el límite en 9.29, 40 centésimas por debajo del récord.
El matemático John Einmahl, de la Universidad de Tilburgo, desarrolló su teoría antes de la irrupción de Bolt. Utilizó la teoría de los valores extremos, aplicada a la gestión de riesgos financieros, para comprobar cuál sería el comportamiento de determinadas marcas, siempre a partir de principios matemáticos, nada subjetivos con respecto al atletismo.
Al margen del hectómetro, llegó a predecir un tiempo mínimo de 18.63 en 200 y 11.78 en 110 vallas. Bolt corrió la segunda prueba en 19.30 y el récord actual de Dayron Robles es de 12.87. Menos de un segundo en cada caso. En el doble hectómetro, en concreto, 63 centésimas, que al atletismo le ha costado recortar 40 años, desde los Juegos de México, en 1968. En esa cita perdió su plusmarca John Carlos, que era de 19.92, 62 centésimas superior a la del jamaicano en Pekín.
¿Quiere decir eso que dentro de otros 40 años, en 2048, alcanzará el límite la velocidad? Es imposible predecirlo. Quienes lo han hecho en el pasado se han quedado muy cortos. Es el caso de un entrenador californiano de los años 30 conocido como el 'coach Hamilton'. Aseguró que nadie sería capaz de saltar más de 2,11 en altura y que en la milla sería imposible correr por debajo de cuatro minutos.
En 20 años sus pronósticos se habían desvanecido. Charles Dumas saltó 2,12 en los Juegos de Melbourne, en 1956, todavía con la técnica de rodillo ventral, antes de la revolución Fosbury, y el británico Roger Banister rompió la cota sagrada de la milla. En la actualidad, el primer récord está en 2,45, detenido por una crisis generacional, y el de la milla en 3:43.13. Sotomayor y El Guerrouj, nada menos, son sus dueños. Las teorías de Einmahl, publicadas el pasado año, fueron recibidas con recelo por el mundo atlético y médico, donde se manejan otro tipo de valores.
Las técnicas de entrenamiento, cada vez más sofisticadas, no pueden cambiar determinadas estructuras del organismo, como los tendones, por ejemplo. Puede modificarse la musculatura, pero no el tejido que la sujeta, lo que ha llevado a estallidos prematuros. Ahí, apuntan los médicos, aparece una limitación con muy poco margen de mejora, y que resulta fundamental para los velocistas. Mejorar para un sprinter es una de las tareas más difíciles del entrenamiento.
La rapidez de la contracción muscular depende de la estructura de las fibras y de la puesta en marcha del estímulo de movimiento a través del sistema nervioso. La alternancia de la contracción y relajación del músculo juega un papel fundamental, y la capacidad de relajación depende en un alto grado del sistema nervioso, que viene determinado genéticamente, y por ello existen limitaciones para que pueda ser entrenada. La explosión colectiva de Jamaica en Pekín, al margen del fenómeno Bolt, también se ha puesto en relación con estudios que han comprobado mayor calidad de las fibras rápidas de sus atletas.
También ha despertado sospechas, cómo no, y es que la era del dopaje masivo de la que sale el atletismo, en el bloque del Este y en occidente, han provocado la desconfianza generalizada y marcas muy cerca del límite, en especial las de Florence Griffith en 100 y 200. Corrió hace 20 años 30 centésimas más rápido de lo que se hace actualmente. Hizo 10.49 en los 100 de Seúl por 10.78 de Shelly-Ann Fraser en Pekín. Nunca dio positivo, pero murió prematuramente envuelta en la sospecha. En 200, sus 21.34 están igualmente a años luz. Veronica Campbell, campeona de la distancia, realizó una excelente carrera para convertirse en la octava mujer de todos los tiempos (21.74), pero está todavía a 40 centésimas.
Pekín, sin embargo, ha siginificado un paso adelante, esperanza en la evolución. En la piscina se han batido 24 récords del mundo, sin que resten ya herencias del pasado. En el Nido ya se contabilizan cuatro. Nueve pertenecen a Michael Phelps y Bolt. Ellos, seguro, no se preguntan por los límites.
Fuente:
http://www.elmundo.es/jjoo/2008/2008/08/22/atletismo/1219389552.html
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